Ahora somos uno con Aquel que es nuestra Fuente.
Hay un silencio que el mundo no puede perturbar.
Hay una paz ancestral que llevas en tu corazón
y que no has perdido.
La paz, la dicha y los milagros que otorgaré cuando
acepte la Palabra de Dios son ilimitados.
¿Por qué no aceptarla hoy?
Hoy pedimos descanso y una quietud que las apariencias del mundo no puedan perturbar. Pedimos paz y tranquilidad en medio de todo el torbellino nacido de sueños conflictivos. Pedimos seguridad y felicidad, aunque lo que parece
que vemos es peligro e infortunio.
Este mundo tiene mucho que ofrecerle a tu paz y son muchas
las oportunidades que te brinda para extender tu perdón.
Tal es el propósito que encierra para aquellos que desean ver
la paz y el perdón descender sobre ellos y ofrecerles la luz.
Allí donde hay muerte es imposible la paz.
Este es el día de la paz.
Descansas en Dios, y mientras los vientos del odio
dividen el mundo, tu descanso permanece imperturbable.
Tuyo es el descanso de la verdad.
Las apariencias no te pueden perturbar.
Así es como deseo pasar este día Contigo, Padre mío.
Tu Hijo no Te ha olvidado. La paz que le otorgaste sigue
estando en su mente, y es ahí donde elijo pasar este día.
Santo eres, eterno, libre e íntegro, y te encuentras
para siempre en paz en el Corazón de Dios.
¿Dónde está el mundo ahora? ¿Y dónde el pesar?
El perdón no puede ser para uno y no para el otro.
El que perdona se cura. Y en su curación radica la prueba
de que ha perdonado verdaderamente y de que no guarda
traza alguna de condenación que todavía pudiese utilizar
contra sí mismo o contra cualquier cosa viviente.
El perdón convierte el mundo del pecado en
un mundo de gloria, maravilloso de ver.
Cada flor brilla en la luz, y en el canto de todos los pájaros
se ve reflejado el júbilo del Cielo.
No hay tristeza ni divisiones,
pues todo se ha perdonado completamente.
Y los que han sido perdonados no pueden sino unirse,
pues nada se interpone entre ellos
para mantenerlos separados y aparte.
La creación es eterna e inalterable.
Tu impecabilidad está garantizada por Dios.
Eres, y siempre serás, exactamente como fuiste creado.
La luz, la dicha y la paz moran en ti porque ahí las puso Dios.
De esta manera es como el propósito del mundo real
se lleva dulcemente hasta tu conciencia para que
reemplace al objetivo de pecado y culpabilidad.
Y el perdón purifica felizmente todo lo que se interponía
entre tu imagen de ti mismo y lo que realmente eres.
Deseo la paz de Dios. Es esa única intención lo que buscamos
hoy al unir nuestros deseos a la necesidad de cada corazón,
al llamamiento de cada mente, a la esperanza que se encuentra más allá de toda desesperación, al amor que el ataque quisiera ocultar y a la hermandad que el odio ha intentado quebrantar, pero que aún sigue siendo tal como Dios la creó.
No hay prueba más contundente de que lo que deseas es la idolatría, la creencia de que hay algunas clases de enfermedad
y de desdicha que el perdón no puede sanar.
Esto quiere decir que prefieres conservar algunos ídolos y que todavía no estás completamente listo para abandonarlos todos,
y así, piensas que algunas apariencias son reales
y que no son apariencias en absoluto.
Mi voluntad es que haya luz. La luz será mi guía hoy.
La seguiré a donde me lleve, y contemplaré únicamente
lo que me muestre. Éste será el día en que experimentaré
la paz de la verdadera percepción.
Desear la paz de Dios de todo corazón es renunciar
a todos los sueños. Pues nadie que diga estas palabras de
todo corazón desea ilusiones o busca la manera de obtenerlas.
El perdón nos muestra que la Voluntad de Dios
es una sola y que la compartimos.
Contemplemos los santos panoramas que hoy nos muestra
el perdón, de modo que podamos encontrar la paz de Dios.
Amén.
En el perdón reside tu paz, pues en él radica el fin de
la separación y del sueño de peligro y destrucción,
de pecado y muerte, de locura y asesinato,
así como de aflicción y pérdida.
Éste es el "sacrificio" que pide la salvación, y,
a cambio de todo ello, gustosamente ofrece paz.
El paso final no es más que otro cambio.
Por ser una percepción, es en parte irreal.
Sin embargo, esa parte desaparecerá.
Lo que entonces quedará será la paz eterna y la Voluntad de Dios.
Despejamos en nuestras mentes un santo lugar ante Su Altar,
en el que Sus dones de paz y felicidad son bien recibidos
y al que venimos a encontrar lo que Él nos ha dado.
Soy un sólo Ser, unido a mi Creador. Repite la idea de hoy tan a menudo como puedas, comprendiendo que cada vez que lo haces, alguien oye la voz de la esperanza, el alborear de la verdad
en su mente y el sereno batir de las alas de la paz.
La gracia de Dios descansa dulcemente sobre
los ojos que perdonan, y todo lo que éstos
contemplan le habla de Dios al espectador.
Él no ve maldad, ni nada que temer en el mundo o nadie que
sea diferente de él. Y de la misma manera en que ama a otros
con amor y con dulzura, así se contempla a sí mismo.
Él no se condenaría a sí mismo por sus propios
errores tal como tampoco condenaría a otro.
Estar en conflicto es estar dormido; la paz, estar despierto.
La muerte es una ilusión, y la vida, la verdad eterna.
Nada se opone a Tu Voluntad. El conflicto no existe,
pues mi voluntad es la Tuya.
El perdón no se puede negar sólo un poco.
Tampoco es posible atacar por una razón y amar por otra,
y entender lo que es el perdón.
Hazte a un lado y deja pasar al amor,
el cual tú no creaste, pero si puedes extender.
En la tierra eso quiere decir perdonara tu hermano,
para que las tinieblas desaparezcan de tu mente.
Tienes que perdonar al Hijo de Dios completamente pues,
de lo contrario, conservarás una imagen de ti mismo fragmentada, y seguirás temiendo mirar en tu interior
y encontrar allí tu liberación de todos los ídolos.
La salvación descansa en la fe de que es imposible que haya algunas clases de culpabilidad que tú no puedas perdonar.
Por lo tanto, no hay ninguna apariencia que hubiese podido ocupar el lugar de la verdad con respecto al Hijo de Dios.
Perdónanos nuestras ilusiones, Padre, y ayúdanos a aceptar nuestra verdadera relación Contigo, en la que no hay
ilusiones y en la que jamás puede infiltrarse ninguna.
Nuestra santidad es la Tuya. ¿Qué puede haber en nosotros
que necesite perdón si Tu perdón es perfecto?
El sueño del olvido no es más que nuestra
renuencia a recordar Tu perdón y Tu amor.
Ya no nos engañamos. El amor ha regresado a nuestra conciencia. Y ahora estamos en paz otra vez, pues el miedo
ha desaparecido y lo único que queda es el amor.
Busco sólo lo eterno.
Pues Tu Hijo no podría sentirse satisfecho con menos de eso. ¿Qué otra cosa, entonces, podría brindarle solaz,
sino lo que Tú le ofreces a su desconcertada
mente y a su atemorizado corazón,
a fin de proporcionarle certeza y traerle paz?
Él Hijo que Dios creó sigue siendo tan libre como Dios lo creó. Renació en el mismo instante en que eligió morir en vez de vivir. ¿Te negarías ahora a perdonarlo porque cometió un error en
un pasado que Dios ni siquiera recuerda y que no existe?
Padre, no tenemos en nuestros labios ni en nuestras
mentes otras palabras que Tu Nombre, cuando acudimos silenciosamente ante Tu Presencia, pidiendo que se nos
conceda poder descansar Contigo por un rato en paz.
Un Cristo asesinado no tiene sentido.
Pero un Cristo resucitado se convierte en el símbolo
de que el Hijo de Dios se ha perdonado a sí mismo;
en la señal de que se considera a sí mismo sano e íntegro.
La irá nunca está justificada. El ataque no tiene fundamento.
Con esto comienza uno a escapar del miedo,
y con esto también es como lo logrará.
Con esto se intercambian los sueños de terror por el mundo real.
Pues el perdón descansa sobre esto, lo cual es tan sólo natural.
Los enfermos siguen siendo acusadores.
No pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos.
Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse
puede sufrir, pues ya no exhibe la prueba
del pecado ante los ojos de su hermano.
Por lo tanto, debe haberlo pasado por alto
y haberlo eliminado de su propia vista.
La paz es la respuesta a las metas conflictivas, a las
jornadas insensatas, a las búsquedas vanas y frenéticas
y a los empeños sin sentido. Ahora el camino es fácil,
y nos conduce por una ligera pendiente hasta el puente
donde la libertad yace dentro de la paz de Dios.
La paz de Dios jamás se puede contener. El que la reconoce dentro de sí tiene que darla. Y los medios a través de
los que puede hacerlo residen en su entendimiento.
Puede perdonar porque reconoció la verdad en él.
La paz de Dios refulge en ti ahora,
así como en toda cosa viviente.
El perdón elimina las distorsiones y revela el altar a la verdad que se hallaba oculto. Sus blancas azucenas refulgen en la mente, y la instan a regresar y a mirar en su interior para encontrar
lo que en vano ha buscado afuera. Pues ahí, y sólo ahí,
se restaura la paz interior, al ser la morada de Dios Mismo.
Mas se te pide simplemente que consideres el perdón como
la respuesta natural ante cualquier aflicción basada en un
error que, por ende, no es más que una petición de ayuda.
El perdón es la única respuesta cuerda.
La mente es el medio del que el espíritu se vale
para expresarse a Sí Mismo.
Y la mente que sirve al espíritu está en paz y llena de gozo.
Cristo y yo nos encontramos unidos en paz
y seguros de nuestro propósito.
Su Creador reside en Él, tal como Él reside en mí.
Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos
se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo
que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo.
Y el mundo entero parte en silencio a medida que esta paz
lo envuelve y lo transporta dulcemente hasta la verdad,
para ya nunca volver a ser la morada del temor.
Pues el amor ha llegado, y ha sanado al mundo
al concederle la paz de Cristo.
Deseamos la paz de Dios. No es éste un deseo vano.
Estas palabras no piden que se nos dé otro sueño.
El Espíritu Santo ve hoy a través de mí. Hoy Cristo pide valerse de mis ojos para así redimir al mundo. Me pide este regalo
para poder ofrecerme paz mental y eliminar todo terror y pesar.
Nadie perdona a menos que haya creído en el pecado y aún crea
que hay mucho por lo que él mismo necesita ser perdonado.
El perdón se vuelve de esta manera el medio por el que
aprende que no ha hecho nada que necesite perdón.
Acepta la paz y la dicha de Dios,
y aprenderás a ver lo que es un regalo de otra manera.
Los regalos de Dios no disminuyen cuando se dan.
Por el contrario, se multiplican.
Jesús te ayudaría todavía más si compartieses con él tus penas
y alegrías, y renunciases a ambas para hallar la paz de Dios.
La paz de Dios refulge en ti ahora,
y desde tu corazón se extiende por todo el mundo.
Se detiene a acariciar cada cosa viviente, y le deja
una bendición que ha de perdurar para siempre.
Curar es hacer íntegro. Y a lo que es íntegro no
le pueden faltar partes que se hayan dejado afuera.
El perdón consiste en reconocer esto,
y en alegrarnos de que no haya ninguna forma
de enfermedad que el milagro no tenga el poder de curar.
Se te ofrece un sueño en el que tu hermano es tu salvador,
no tu enemigo acérrimo. Se te ofrece un sueño en el que lo
has perdonado por todos sus sueños de muerte: un sueño
de esperanza que compartes con él, en vez de los sueños
de odio y maldad que sueñas por tu cuenta.
Padre, no puedo sino corresponder a Tu Amor, pues dar
es lo mismo que recibir y Tú me has dado todo Tu Amor.
Tengo que corresponder a él, pues quiero tener plena
conciencia de que es mío, de que arde en mi mente y de que,
en su benéfica luz, la mantiene inmaculada, amada, libre de miedo y con un porvenir en el que sólo se puede perfilar paz.
Ves en tu hermano la imagen de lo que crees
es la Voluntad de Dios para ti.
Al perdonar entenderás cuánto te ama Dios,
pero si atacas creerás que te odia,
al pensar que el Cielo es el infierno.
Detente entonces por un momento y piensa en lo siguiente: ¿prefieres el conflicto o sería la paz de Dios una opción mejor? Una mente tranquila no es un regalo baladí.
¿Cuál te aporta más? ¿No es preferible vivir a elegir la muerte?
No hay más paz que la paz de Dios.
Que no me desvíe del camino de la paz, pues ando
perdido por cualquier otro sendero que no sea ése.
Mas déjame seguir a Aquel que me conduce a mi hogar,
y la paz será tan segura como el Amor de Dios.
Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo.
Tu paz me rodea, Padre. Dondequiera que voy, Tu paz me acompaña, y derrama su luz sobre todo aquel con quien me encuentro. Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo. Se la ofrezco a los que sufren,
a los que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza. Envíamelos,
Padre. Permíteme ser el portador de Tu paz.
Padre, quiero morar en Ti y no saber nada de ninguna otra
ley que no sea Tu ley del amor. Quiero encontrar la paz que
Tú creaste para Tu Hijo, y olvidarme, conforme contemplo
Tu gloria y la mía, de todos los absurdos juguetes que fabriqué.
¿Es posible la paz en este mundo?
En tu juicio no lo es ni lo será nunca.
Pero en el Juicio de Dios, lo único que se refleja aquí es paz.
No te dejes engañar con respecto al significado de
la creencia fija según la cual algunas apariencias
son más difíciles de pasar por alto que otras.
Pues ello siempre significa que crees que el perdón tiene límites. Y te habrás fijado una meta en la que el perdón es parcial
y en la que puedes liberarte de la culpabilidad.
¿Qué otra cosa puede significar esto sino que el perdón
que te concedes a ti mismo, así como a todos los
que parecen estar separados de ti es falso?
"Mía es la quietud de la paz de Dios", y nada podrá venir
a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo.
Ve gustosamente a encontrarte con tu Redentor,
y con absoluta confianza abandona con Él este
mundo y entra al mundo real de belleza y perdón.
Te agradecemos, Padre, que no podamos
perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor.
Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por
todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable paciencia y
por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados.
Lo que tienes ante tus ojos es una memoria ancestral.
Y quien vive sólo de recuerdos no puede
saber dónde se encuentra.
El perdón es lo que nos libera totalmente del tiempo.
¡Qué paradójica es la salvación!
¿Que otra cosa podría ser, sino un sueño feliz?
Lo único que te pide es que perdones todas
las cosas que nadie jamás hizo, que pases por alto lo
que no existe y que no veas lo ilusorio como si fuese real.
La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón.
En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas. Tu paz es mía.
Mi corazón late tranquilo y mi mente se halla en reposo.
Tu Amor es el Cielo y Tu Amor es mío.
Perdónate a ti mismo tu locura, y olvídate de todas
las jornadas fútiles y de todas las metas sin objetivo.
No significan nada. No puedes dejar de ser lo que eres.
Pues Dios es misericordioso,
y no permitió que Su Hijo lo abandonara.
Deseo la paz de Dios.
La paz de Dios es mi única meta, la mira de todo mi vivir aquí,
el fin que persigo, mi propósito, mi vida y mi función,
mientras habite en un lugar que no es mi hogar.
Cuando se abandonan las defensas no se experimenta peligro.
Lo que se experimenta es seguridad.
Lo que se experimenta es paz.
Lo que se experimenta es dicha.
Y lo que se experimenta es Dios.
¿Eres invulnerable?
Entonces el mundo te parece un lugar inofensivo.
¿Perdonas? Entonces el mundo es misericordioso,
pues le has perdonado sus ofensas,
de modo que te contempla tal como tú lo contemplas a él.
Todo el universo que se encuentra más allá
del sol y las estrellas, así como de todos los
pensamientos que puedas concebir, te pertenece.
La paz de Dios es la condición para que se haga Su Voluntad. Alcanza Su paz, y le recordarás.
Ahora estás listo para aceptar el regalo de paz y de dicha
que Dios te ha dado. Ahora estás listo para experimentar
la dicha y la paz que te has negado a ti mismo.
Ahora puedes decir: "Mías son la paz y la dicha de Dios",
pues has dado lo que quieres recibir.
Los milagros son expresiones naturales de perdón.
Por medio de los milagros aceptas el perdón
de Dios al extendérselo a otros.
El sosiego de hoy bendecirá nuestros corazones y,
a través de ellos, la paz descenderá sobre todo el mundo.
Cristo se convierte en nuestros ojos hoy. Y mediante Su vista le ofrecemos curación al mundo a través de Él, el santo Hijo que Dios creó integro; el santo Hijo a quien Dios creó como uno solo.
¡Que la paz sea contigo hoy! Asegura tu paz practicando la conciencia de que eres uno con tu Creador, tal como Él es uno contigo. Que no me olvide de que soy uno con Dios, en unión con todos mis hermanos y con mi Ser, en eterna paz y santidad.
Nunca odias a tu hermano por sus pecados,
sino únicamente por los tuyos.
Sea cual sea la forma que sus pecados parezcan adoptar,
lo único que hacen es nublar el hecho de que crees
que son tus propios pecados y, por lo tanto,
que el ataque es su "justo" merecido.
¿Por qué iban a ser sus pecados pecados, a no ser que creyeses
que esos mismos pecados no se te podrían perdonar a ti?
Dale la bienvenida al Poder que yace más allá del perdón,
del mundo de los símbolos y de las limitaciones.
Los sueños de perdón son medios para dejar
de soñar con un mundo externo a ti.
Y conducen finalmente más allá de todo
sueño a la paz de la vida eterna.
Desde el mundo perdonado el Hijo de Dios
es elevado fácilmente hasta su hogar.
Y una vez en él sabrá que siempre había
descansado allí en paz.
Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz
y la dicha de Dios sean mías.
Los sueños de perdón te recuerdan que estás a salvo
y que no te has atacado a ti mismo.
De esta manera, tus terrores infantiles desaparecen
y los sueños se convierten en la señal de que has
comenzado de nuevo, y no de que has tratado una
vez más de venerar ídolos y de perpetuar el ataque.
¿Podrías tú a quien Dios exhorta: "¡Libera a mi Hijo!"
caer en la tentación de no escuchar, una vez que te has
dado cuenta de que es tu propia liberación la que Él pide?
¿Y qué otra cosa sino ésta pretende enseñar este curso?
¿Y qué otra cosa sino ésta tienes que aprender?
El perdón que procede de una orientación milagrosa es sólo corrección. No posee elementos de juicio en absoluto.
La frase "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"
no evalúa en modo alguno lo que hacen.
Es una petición a Dios para que sane sus mentes.
En ella no se hace referencia resultado del error,
pues eso es irrelevante.
Perdóname por todos los pecados que crees que
el Hijo de Dios cometió. Y a la luz de tu perdón él
recordará quién es y se olvidará de lo que nunca fue.
Te pido perdón, pues si tú eres culpable,
también lo tengo que ser yo.
Mas si yo superé la culpabilidad y vencí al mundo,
tú estabas conmigo.
Padre, déjame recordar que Tú estás aquí y que no estoy solo. Pues estoy rodeado de un Amor imperecedero.
No hay razón para nada, excepto para la paz
y alegría perfectas que comparto Contigo.
Deseo la paz de Dios.
La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes
a través de mi perdón.
Mi Padre me da todo poder. El Hijo de Dios no tiene límites.
Su fuerza es ilimitada, así como su paz, su júbilo, y todos
los atributos con los que su Padre lo dotó en su creación.
El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar
de perdonar lo que cree que es verdad.
No se puede devolver bondad por maldad,
pues el perdón no establece primero que
el pecado sea real para luego perdonarlo.
La mente que desea la paz de todo corazón debe unirse
a otras mentes, pues así es como se alcanza la paz.
Y cuando el deseo de paz es genuino, los medios para
encontrarla se le conceden en una forma tal que cada
mente que honradamente la busca pueda entender.
No hay nada que perdonar.
Nadie puede hacerle daño al Hijo de Dios.
Su culpabilidad es totalmente infundada,
y al no tener causa, no puede existir.
La respuesta de Dios es alguna forma de paz.
Todo dolor sana, toda aflicción queda reemplazada por la dicha.
Las puertas de la prisión se abren.
Y se comprende que todo pecado no es más que un simple error.
Y lo que una vez fue un sueño de juicios se ha convertido ahora
en un sueño donde todo es dicha porque ése es su propósito.
Ahí sólo pueden tener lugar sueños de perdón,
pues el tiempo está a punto de finalizar.
Y las figuras que entran a formar parte del sueño
se perciben ahora como hermanos,
a los que ya no se juzga sino que se les ama.
Ahora la pregunta es diferente.
Ya no es: "¿Es posible la paz en este mundo?",
sino: "¿Cómo sería posible que no hubiese paz aquí?"
La luz ha llegado. La luz ha llegado.
Te has curado y puedes curar. La luz ha llegado.
Te has salvado y puedes salvar.
Estás en paz y llevas la paz contigo dondequiera que vas.
La faz de Cristo se ve antes de que el Padre se pueda recordar,
pues Éste permanece en el olvido hasta que Su Hijo
haya llegado más allá del perdón hasta el Amor de Dios.
El Amor de Cristo, no obstante, se acepta primero.
Y entonces aflora el conocimiento de que Ambos son uno.
El perdón deshace únicamente lo que no es verdad,
despejando las sombras del mundo y conduciéndolo -
sano y salvo dentro de su dulzura -
al mundo luminoso de la nueva y diáfana percepción.
Allí se encuentra tu propósito ahora.
Y es allí donde te aguarda la paz.
O bien eliges la paz de Dios o bien pides sueños.
Y éstos vendrán a ti tal como los hayas pedido.
Mas la paz de Dios vendrá con igual certeza
para permanecer contigo para siempre.
Dios es mi refugio y seguridad. Que hoy no busque seguridad
en el peligro ni que trate de hallar mi paz en ataques asesinos. Vivo en Dios. En Él encuentro mi refugio y mi fortaleza.
En Él radica mi Identidad. En Él reside la paz eterna.
Y sólo allí recordaré Quién soy realmente.
Tú, Su Hijo bien amado, no eres una ilusión,
puesto que eres tan real y tan santo como Él.
La quietud de tu certeza acerca de Él
y de ti mismo es el hogar de Ambos, donde moráis
como uno solo y no como entes separados.
Abre la puerta de Su santísimo hogar y deja que el
perdón elimine todo vestigio de la creencia en el pecado,
la cual priva a Dios de Su hogar y a Su Hijo con Él.
El perdón es una forma selectiva de recordar
que no se basa en tu propia selección.
Pues las tenebrosas figuras que quieres hacer
inmortales son enemigos de la realidad.
Procura estar dispuesto a perdonar al Hijo de Dios
por lo que él no hizo.
Tú eres hoy el mensajero de Dios.
Brindas Su felicidad a todo aquel que contemplas y Su paz a todo aquel que al contemplarte ve Su mensaje en tu feliz semblante.
El único problema pendiente es que todavía ves
un intervalo entre el momento en que perdonas
y el momento en que recibes los beneficios
que se derivan de confiar en tu hermano.
El regalo de Cristo es lo único que busco hoy.
Hoy puedo olvidarme del mundo que fabriqué.
Hoy puedo ir más allá de todo temor,
y ser restaurado al amor, a la santidad y a la paz.
Hoy soy redimido, y vuelvo a nacer en un mundo
misericordioso y solícito; un mundo lleno de bondad
en el que reina la paz de Dios.
Contempla a tu Amigo, al Cristo que está a tu lado.
¡Qué santo y hermoso es! Pensaste que había pecado
porque arrojaste sobre Él el velo del pecado
para ocultar Su hermosura.
A pesar de ello, Él te sigue extendiendo el perdón
para que compartas con Él Su santidad.
Elijo pasar este día en perfecta paz. No me parece que pueda elegir experimentar únicamente paz hoy. Sin embargo, mi Dios
me asegura que Su Hijo es como Él. Que pueda hoy tener
fe en Aquel que afirma que soy el Hijo de Dios.
Pues cuando el perdón descanse sobre el mundo y cada uno de
los Hijos de Dios goce de paz, ¿qué podría mantener las cosas separadas cuando lo único que se puede ver es la faz de Cristo?
Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.
No estamos haciendo hincapié en que renuncies al mundo,
sino en que lo intercambios por algo mucho más satisfactorio, algo rebosante de alegría y capaz de ofrecerte paz.
¿Crees acaso que este mundo puede ofrecerte eso?
Perdonar es pasar por alto. Mira, entonces, más allá del error,
y no dejes que tu percepción se fije en él, pues, de lo contrario,
creerás lo que tu percepción te muestre.
Acepta como verdadero sólo lo que tu hermano es,
si quieres conocerte a ti mismo.
Padre, te entrego este instante santo.
Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte,
seguro de que Tu dirección me brindará paz.
No tengas miedo, hijo mío, sino deja más bien que
los milagros iluminen dulcemente tu mundo.
Y allí donde la diminuta brecha parecía interponerse
entre tú y tu hermano, únete a él.
Y de este modo, será evidente que la enfermedad no tiene causa. El sueño de curación reside en el perdón,
que dulcemente te muestra que nunca pecaste.
¿Quién iba a querer "ir" a ninguna otra parte, si ya goza de absoluta paz? ¿Y quién querría cambiar su tranquilidad
por algo más deseable? ¿Qué podría ser más deseable?
Tener miedo de la gracia redentora de Dios
es tener miedo de liberarse totalmente del sufrimiento,
del retorno a la paz, de la seguridad y la felicidad,
así como de tu unión con tu propia Identidad.
Y todo el que camina sobre la faz de
la tierra depende de tu decisión,
para aprender que la muerte no tiene ningún poder sobre él,
toda vez que comparte tu libertad y tu voluntad.
Tu voluntad es sanarlo, y puesto que esto es
una decisión que tomaste con él, él ha sanado.
Y ahora Dios ha sido perdonado,
pues decidiste ver a tu hermano como amigo.
Así es como hemos de caminar con Él de ahora en adelante, recurriendo a Él para que nos guíe, nos brinde paz y nos
ofrezca una dirección segura. El júbilo nos acompaña,
pues nos dirigimos a nuestro hogar a través de una puerta
que Dios ha mantenido abierta para darnos la bienvenida.
Soy un sólo Ser, unido a mi Creador, uno con cada aspecto
de la creación, y dotado de una paz y un poder infinitos.
No es necesario que espere ni un instante
más para estar en paz para siempre.
Es a Ti a Quien elijo, y a mi Identidad junto Contigo.
Tu Hijo quiere ser él mismo, y reconocerte como
su Padre y Creador, así como su Amor.
Ya estás firmemente plantado en el camino que conduce
a la libertad, y ahora la idea de hoy te da alas para acelerar
tu progreso y esperanza para que vayas aún mas deprisa
hacia la meta de paz que te aguarda.
Mías son la paz y la dicha de Dios. Hoy aceptaré la paz
y la dicha de Dios en grato intercambio por todos los
substitutos de la felicidad y de la paz que yo mismo inventé.
Que mi mente esté en paz y que todos mis pensamientos se aquieten. Padre, hoy vengo a Ti en busca de la paz que sólo
Tú puedes dar. Vengo en silencio. Y en la quietud de mi corazón
- en lo más recóndito de mi mente -, espero para escuchar Tu Voz.
La paz es el puente que todos habrán de cruzar para dejar
atrás este mundo. Pero se empieza a tener paz en él cuando
se le percibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas.
Sueña con la bondad de tu hermano en vez
de concentrarte en sus errores.
Elige soñar con todas las atenciones que ha tenido contigo,
en vez de contar todo el dolor que te ha ocasionado.
Perdónale sus ilusiones y dale gracias
por toda la ayuda que te ha prestado.
Que la paz sea conmigo, el santo HIjo de Dios.
Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo.
Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz.
Ahora buscaré y hallaré la paz de Dios.
Fui creado en la paz. Y en la paz permanezco.
No me ha sido dado poder cambiar mi Ser.
¡Cuán misericordioso es Dios mi Padre,
que al crearme me dio la paz para siempre!
La paz es imposible para los que ven conflictos.
La paz es inevitable para los que ofrecen paz.
El mundo acabará en paz porque es un campo de batalla.
Cuando la paz haya llegado,
¿qué propósito podrá tener el mundo?
¿Qué es el perdón, sino estar dispuesto a que la verdad
sea verdad? ¿Qué puede permanecer enfermo y separado
de la Unidad que encierra dentro de Sí todas las cosas?
El pecado no existe. Y cualquier milagro es posible
en el instante en que el Hijo de Dios percibe que
sus deseos y la Voluntad de Dios son uno.
No es el mundo lo que hace que la paz parezca imposible.
El mundo que ves es lo que es imposible. No obstante, el Juicio
de Dios acerca de este mundo distorsionado lo ha redimido y preparado para que le dé la bienvenida a la paz. Y la paz desciende sobre él en jubilosa respuesta. Ahora la paz puede estar aquí, ya que ha entrado un Pensamiento de Dios.
Padre, ayúdanos a perdonar, pues queremos ser redimidos. Ayúdanos a perdonar, pues queremos estar en paz.
Tú que quieres la paz sólo la puedes
encontrar perdonando completamente.
Hay una paz que Cristo nos concede.
El que sólo utiliza la visión de Cristo encuentra una paz
tan profunda y serena, tan imperturbable y completamente inalterable, que no hay nada en el mundo que sea comparable. Las comparaciones cesan ante esa paz.
Mi impecabilidad garantiza mi perfecta paz,
mi eterna seguridad y mi amor imperecedero; me mantiene
eternamente a salvo de cualquierpensamiento de pérdida
y me libera completamentedel sufrimiento.
Mi estado sólo puede ser uno de felicidad,
pues eso es lo único que se me da.
Perdona el pasado y olvídate de él, pues ya pasó.
Ya no te encuentras en el espacio que hay entre los dos mundos. Has seguido adelante y has llegado hasta el mundo
que yace ante las puertas del Cielo.
Nada se opone a la Voluntad de Dios ni hay necesidad
de que repitas una jornada que hace mucho que concluyó.
Si conocieses el glorioso objetivo que se halla más allá del perdón, no te aferrarías a ningún pensamiento, por muy leve que parezca ser su roce con la maldad. Pues entenderías cuán grande es el costo que supone conservar cualquier cosa que Dios no haya otorgado en las mentes que pueden en cambio dirigir las manos a bendecir y a conducir al Hijo de Dios a la morada de su Padre.
Padre, Tu paz es lo que quiero dar,
al haberla recibido de Ti.
Descansa en el Espíritu Santo, y permite que Sus dulces
sueños reemplacen a los que soñaste aterrorizado,
temiéndole a la muerte.
El Espíritu Santo te brinda sueños de perdón,
en los que la elección no es entre quién
es el asesino y quién la víctima.
Yo soy la luz del mundo. ¡Cuán santo soy yo, a quien se
le ha encomendado la función de iluminar el mundo!
Concédaseme poder permanecer en quietud ante mi santidad.
Que en su serena luz desaparezcan todos mis conflictos.
Y que en su paz pueda recordar Quién soy.
La percepción descansa, la mente está quieta y la luz
retorna nuevamente. Ahora se restaura la visión.
Lo que se había perdido ahora se ha encontrado.
La paz de Dios desciende sobre el mundo y por fin podemos ver. ¡Por fin podemos ver!
Padre, somos como Tú. En nosotros no hay crueldad,
puesto que en Ti no la hay. Tu paz es nuestra. Y bendecimos
al mundo con lo que hemos recibido exclusivamente de Ti.
Padre la paz de Cristo se nos concede
porque Tu Voluntad es que nos salvemos.
Ayúdanos hoy a aceptar únicamente Tu regalo y a no juzgarlo. Pues se nos ha concedido para que podamos salvarnos
del juicio que hemos emitido acerca de nosotros mismos.
Despejamos hoy el camino para Él, al reconocer simplemente
que Su Voluntad ya se ha cumplido y que la dicha y la paz
nos pertenecen por ser Sus eternos dones.
No nos permitiremos perderlos de vista entre cada uno de los períodos en que venimos a buscarlos allí donde Él los depositó.
Tu relación con tu hermano ha sido extraída del mundo
de las sombras, y su impío propósito conducido sano
y salvo a través de las barreras de la culpabilidad,
lavado en las aguas del perdón y depositado radiante en el
mundo de la luz donde ha quedado firmemente enraizado.
Padre, no hay otra voluntad que la tuya. Y me alegro de que nada que pueda imaginarme contradiga lo que Tú quieres que yo sea. Tu voluntad es que yo me encuentre completamente a salvo y eternamente en paz. Y comparto gustosamente Contigo, Padre mío, esa Voluntad que Tú me otorgaste como parte de mí.
El perdón aún no se reconoce como un poder
completamente exento de límites.
Sin embargo, no fija ninguno de los límites
que tú has decidido imponer.
Ningún recurso de aprendizaje es útil una vez
que se alcanza el objetivo del aprendizaje
pues entonces deja de tener utilidad.
Pero durante el aprendizaje se utiliza de una manera
que ahora temes, pero que llegarás a amar.
Hoy se te concederá experimentar la paz que ofrece el perdón
y la dicha que te proporciona el descorrimiento del velo.
Ante la luz que hoy has de recibir, el mundo se desvanecerá
hasta desaparecer por completo, y verás surgir otro
mundo para describir al cual no tienes palabras.
Ahora nos encaminamos directamente hacia la luz.
Tal vez no comprendas el papel que juega el perdón
en el proceso de poner fin a la muerte y a todas las
creencias que surgen de las brumas de la culpabilidad.
Los pecados son creencias que tú interpones entre
tu hermano y tú. Los pecados hacen que
estés limitado al tiempo y al espacio,
y te conceden un pequeño lugar a ti y otro a él.
Soy un sólo Ser, unido a mi Creador. Deja atrás todos estos errores reconociéndolos simplemente como lo que son.
Son intentos de mantener alejado de tu conciencia el hecho
de que eres un sólo Ser, unido a tu Creador, uno con cada aspecto de la creación y dotado de una paz y un poder infinitos.
Esto es la verdad y nada más lo es.
¿Qué es la paz de Dios?
La paz de Dios no es más que esto: el simple
entendimiento de que Su Voluntad no tiene ningún opuesto.
Ningún pensamiento que contradiga
Su Voluntad puede ser verdadero.
El paso final lo da Dios porque únicamente Él pudo crear
un Hijo perfecto y compartir Su Paternidad con él.
Nadie que no se encuentre en el Cielo puede entender esto,
pues entenderlo es en sí el Cielo.
Incluso el mundo real tiene un propósito que se
encuentra por debajo de la creación y de la eternidad.
Pero el miedo ha desaparecido de él porque
su propósito es el perdón, no la idolatría.
Los milagros son parte de una cadena eslabonada de perdón que, una vez completa, es la Expiación. La Expiación opera todo
el tiempo y en todas las dimensiones del tiempo.
El Espíritu Santo en ti os perdona todo a ti y a tu hermano.
Sus errores le son perdonados junto con los tuyos.
Perdonar a través del Espíritu Santo consiste simplemente
en mirar más allá del error desde un principio, haciendo que,
de esta manera, nunca sea real para ti.
No dejes que ninguna creencia que afirme que
el error es real se infiltre en tu mente,
o creerás también que para poder ser perdonado
tienes que deshacer lo que tú mismo has hecho.
¡Imagínate cuán hermosos te parecerán todos
aquellos a quienes hayas perdonado!
En ninguna fantasía habrás visto nunca nada tan bello.
Nada de lo que ves aquí, ya sea en sueños o despierto,
puede compararse con semejante belleza.
El Juicio Final de Dios es tan misericordioso como cada
unode los pasos de Su plan para bendecir a Su Hijo y
exhortarlea regresar a la paz eterna que comparte con él.
Santo Hijo de Dios, oye a tu Padre.
Su Voz quiere darte Su santa Palabra para que disemines
por todo el mundo las buenas nuevas de la salvación
y de la santa hora de la paz.
El vacío que el miedo engendra tiene
que ser substituido por el perdón.
Eso es lo que la Biblia quiere decir con "Ya no habrá muerte",
y por lo que yo pude demostrar que la muerte no existe.
Que preste atención sólo a Tu Respuesta, no a la mía.
Padre, mi corazón late en la paz que el Corazón del Amor creó.
Y es ahí y sólo ahí donde estoy en mi hogar.
Descanso en Dios.
El mundo renace cada vez que descansas y recuerdas cada hora, que viniste a brindarle la paz de Dios al mundo a fin
de que pudiese descansar junto contigo.
Deja de buscar. No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios,
a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.
No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor,
felicidad y vida eterna en una paz que no tiene fin.
La Palabra de Dios se le concede a toda mente que cree
tener pensamientos separados, a fin de reemplazar esos pensamientos de conflicto con el Pensamiento de la paz.
El Pensamiento de la paz le fue dado al Hijo en el mismo
instante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra.
Aun no se recuerda el Cielo totalmente,
pues el propósito del perdón todavía necesita alcanzarse.
Sin embargo, todo el mundo está seguro de que irá
más allá del perdón y de que sólo seguirá aquí
hasta que éste se perfeccione en él.
Ése es su único deseo.
Un milagro es una bendición universal de Dios
a todos mis hermanos por mediación mía.
Perdonar es el privilegio de los perdonados.
La oración es una forma de pedir algo.
Es el vehículo de los milagros.
Mas la única oración que tiene sentido es la del perdón
porque los que han sido perdonados lo tienen todo.
Mi corazón late en la paz de Dios.
Cada latido de mi corazón me inunda de paz;
cada aliento me infunde fuerza.
Soy un mensajero de Dios, guiado por Su Voz,
apoyado por Su amor y amparado eternamente
en la quietud y en la paz de Sus amorosos Brazos.
Cuando hayas contemplado a tu hermano con
absoluto perdón, del que no se haya excluido ningún
error ni nada se mantenga oculto,
¿qué error podría haber en cualquier parte
que tú no pudieses pasar por alto?
Te damos gracias, Padre,
por la luz que refulge por siempre en nosotros.
Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros.
Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo,
en paz con toda la creación y con nosotros mismos.
Cada hermano con quien hoy te encuentres te brinda
una nueva oportunidad para dejar que la visión de Cristo
brille sobre ti y te ofrezca la paz de Dios.
Tú eres mi única meta, Padre mío, sólo Tú.
¿Adónde querría ir sino al Cielo?
¿Que podría substituir a la felicidad?
¿Qué regalo podría preferir a la paz de Dios?
Una vez que se ha aceptado el perdón, la oración,
en su sentido usual, deja de tener sentido.
La oración del perdón no es más que una petición
para que puedas reconocer lo que ya posees.
Perdona a tu hermano por todo lo que aparenta ser,
lo cual procede de las viejas lecciones que te habías
enseñado a ti mismo acerca de tu pecaminosidad.
Oye únicamente su petición de clemencia y liberación
de todas las pavorosas imágenes que tiene con respecto
a lo que él es y a lo que tú no puedes sino ser también.
El perdón es la respuesta a cualquier clase de ataque.
De esta manera, se cancelan los efectos del ataque,
y se responde al odio en nombre del amor.
Al igual que todas las lecciones que el Espíritu Santo
te pide que aprendas, el milagro es inequívoco.
El milagro es la demostración de lo que Él quiere que aprendas,
y te enseña que lo que te interesa son sus efectos.
En Sus sueños de perdón, los efectos de tus sueños quedan
des-hechos, y aquellos que eran tus enemigos acérrimos
se perciben ahora como amigos que te desean el bien.
En este mundo el perdón es el equivalente de lo que
en el Cielo es la justicia. El perdón transforma el mundo
del pecado en un mundo simple, en el que se puede ver
el reflejo de la justicia que emana desde más allá de la
puerta tras la cual reside lo que carece de todo límite.
Los juicios son lo opuesto al amor.
De los juicios procede todo el dolor del mundo,
y del amor, la paz de Dios.
Ahora por fin ha comenzado nuestro ministerio,
para llevar alrededor del mundo las buenas nuevas de que
en la verdad no hay ilusiones, y de que, por mediación nuestra,
la paz de Dios les pertenece a todos.
Lo único que debes perdonar son las ilusiones que has albergado contra tus hermanos. Así aprenderás que has sido perdonado, pues fuiste tú quien les ofreció ilusiones. En el instante santo esto es lo que se lleva a cabo por ti mientras estés en el tiempo, para de este modo brindarte la verdadera condición del Cielo.
Dios te pide que perdones.
Perdona al gran Creador del universo - la Fuente de la vida,
del amor y de la santidad,
el Padre perfecto de un Hijo perfecto -
por tus ilusiones de ser especial.
Perdona al Santísimo por no haber podido concederte
el especialismo, que tú entonces inventaste.
No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió.
Pide, más bien, cómo aprender a perdonar y a restituir
en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido.
La Expiación se vuelve real y visible para
los que la ponen en práctica.
En vista del miedo que tienes del perdón, el cual el Espíritu Santo percibe con la misma claridad con la que sabe que el perdón libera, Él te enseñará a recordar que el perdón no conlleva ninguna clase de pérdida, sino que, por el contrario,
es tu salvación. Y te enseñará asimismo que perdonando completamente, es decir, reconociendo que no hay nada que necesite ser perdonado, quedas completamente absuelto.
No se establecen reglas fútiles, ni se le exige a nada
ni a nadie que cambie y se amolde al sueño de miedo.
Por el contrario, hay un deseo de querer comprender
todas las cosas creadas tal como realmente son.
Y se reconoce que todas las cosas tienen que ser
primero perdonadas, y luego comprendidas.
La luz, la dicha y la paz moran en mí. ¿Por qué no habrías de dar saltos de alegría cuando se te asegura que todo el mal que crees haber hecho nunca ocurrió; que todos tus pecados no son nada; que sigues siendo tan puro y santo como fuiste creado,
y que la luz, la dicha y la paz moran en ti?
Ésta es la luz en la que no se pueden ver opuestos,
y la visión, al haber sanado, tiene el poder de sanar.
Ésta es la luz que extiende tu paz interior hasta otras mentes, para compartirla y regocijarse de que todas ellas sean
una contigo y una consigo mismas.
Cuando te alteras y pierdes la paz porque otro está tratando de resolver sus problemas valiéndose de fantasías, estás negándote a perdonarte a ti mismo por haber hecho exactamente lo mismo. Y estás manteniéndoos a ti y al otro alejados de la verdad y de la salvación. Al perdonarlo, restituyes a la verdad lo que ambos habíais negado. Y verás el perdón allí donde lo hayas otorgado.
Nadie que realmente busque la paz de Dios
puede dejar de hallarla.
Pues lo único que pide es dejar de engañarse a sí mismo,
al negarse lo que la Voluntad de Dios dispone.
El mundo real muestra un mundo que se contempla de otra manera: a través de ojos serenos y de una mente en paz.
Allí sólo hay reposo. No se oyen gritos de dolor o de pesar,
pues allí nada está excluido del perdón.
Y las escenas que se ven son apacibles pues sólo escenas
y sonidos felices pueden llegar hasta la mente
que se ha perdonado a sí misma.
No hay nada en el amor ilimitado que pudiese necesitar perdón.
Y lo que en el mundo es caridad,
más allá de la puerta del Cielo pasa a ser simple justicia.
Perdonar no es otra cosa que recordar únicamente
los pensamientos amorosos que diste en el pasado,
y aquellos que se te dieron a ti. Todo lo demás debe olvidarse.
Una vez que la luz haya llegado hasta tu hermano
a través de tu perdón, él no se olvidará de
su salvador ni lo dejará sin absolver.
Pues fue en tu rostro donde vio la luz que quiere
mantener a su lado, a medida que camina
a través de las tinieblas hacia la Luz eterna.
Las sencillas lecciones de perdón del Espíritu Santo
son mucho más poderosas que las tuyas,
pues te llaman desde Dios y desde tu Ser.
El pecado se ataca con castigos, y de esta manera se perpetúa. Mas perdonarlo es cambiar su estado,
de manera que de ser un error pase a ser la verdad.
Hoy descansas en la paz de Dios, y desde tu descanso exhortas
a tus hermanos a que encuentren el suyo y descansen junto a ti. Hoy serás fiel a tu cometido, al no olvidarte de nadie e incluir
a todos en el infinito círculo de tu paz,
el sagrado santuario donde reposas.
Este día lo pasaremos juntos, tú y yo.
Y todo el mundo unirá sus voces a nuestro himno de alegría y gratitud hacia Aquel que nos brindó la salvación y nos liberó. Nuestra paz y nuestra santidad nos son restituidas.
Hoy el miedo no tiene cabida en nosotros, pues le hemos
dado la bienvenida al amor en nuestros corazones.
Nuestros, los oídos que oyen la Voz que habla por Dios
proclamar que el mundo es inocente. Nuestras, las mentes
que se unen conforme bendecimos al mundo. Y desde la unión
que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos
a compartir nuestra paz y a consumar nuestra dicha.
Tu impecabilidad está garantizada por Dios. Nada puede afectarla, y nada puede cambiar lo que Dios creó eterno.
El ser que tú fabricaste, lleno de maldad y de pecado, no es nada. Tu impecabilidad está garantizada por Dios,
y la luz, la dicha y la paz moran en ti.
La Expiación te confiere el poder de una mente que ha sanado, pero el poder de crear es de Dios.
Por lo tanto, aquellos que han sido perdonados
deben dedicarse en primer lugar a curar,
pues al haber aceptado la idea de la curación,
deben compartirla para así conservarla.
¿Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano?
¿Hasta qué punto deseas la paz en lugar de los
conflictos interminables, el sufrimiento y el dolor?
Estas preguntas son en realidad la misma pregunta,
aunque formuladas de manera diferente.
Padre Tu paz me pertenece. ¿Qué necesidad tengo de temer
que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? No puedo perder los dones que Tú me has dado.
Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.
Si perdonas completamente es porque has abandonado
la culpabilidad, al haber aceptado la Expiación
y haberte dado cuenta de que eres inocente.
¿Cómo ibas a percatarse de lo que se ha hecho por ti,
sin tú saberlo, a menos que hicieses lo que no podrías
sino hacer si se hubiese hecho por ti?
El mundo real se alcanza simplemente mediante
el completo perdón del viejo mundo,
aquel que contemplas sin perdonar.
Que la paz sea con todos los corazones que la buscan.
La luz ha venido a ofrecer milagros para
bendecir a este mundo exhausto.
Éste hallará descanso hoy, pues nosotros
ofreceremos lo que hemos recibido.
Y al llegar la noche, recordaremos únicamente la paz de Dios. Pues hoy veremos qué clase de paz es la nuestra,
cuando nos olvidamos de todo excepto del Amor de Dios.
Al ser el hogar del Espíritu Santo y sentirse a gusto únicamente en Dios, Cristo permanece en paz en el Cielo de tu mente santa.
Él es la única parte de ti que en verdad es real.
Lo demás son sueños.
La paz de Dios se reconoce al principio sólo por una cosa:
desde cualquier punto de vista es una experiencia
radicalmente distinta de cualquier experiencia previa.
No trae a la mente nada que haya sucedido antes.
No evoca nada que se pueda asociar con el pasado.
Es algo completamente nuevo.
Soy un sólo Ser, unido a mi Creador.
Mías son la serenidad y la paz perfecta, pues soy un sólo Ser, completamente íntegro, uno con toda la creación y con Dios.
El Hijo de Dios jamás puede cambiar por razón
de lo que los hombres han hecho de él.
Será como siempre ha sido y como es, pues el tiempo
no fijó su destino, ni marcó la hora de su
nacimiento ni la de su muerte.
El perdón no lo cambiará.
No obstante, el tiempo sólo está a la espera del perdón
para que las cosas del tiempo puedan desaparecer,
ya que no son de ninguna utilidad.
Escucha, y oye a tu Padre hablarte a través de la Voz que Él ha designado sea Su Voz, la cual acalla el estruendo de lo que no tiene sentido y les muestra el camino de la paz a los que no pueden ver. Aquiétate hoy y escucha la verdad.
Aunque nació como un regalo para alguien a quien
no percibías como tu propio ser, se te ha dado a ti.
Pues el perdón que le concediste a él ha
sido aceptado ahora para los dos.
Padre, Tu Hijo es como Tú. Hoy apelamos a Ti en Tu Propio Nombre, para estar en paz dentro de Tu eterno Amor.
Su esperanza de felicidad es tan segura y constante
que apenas puede seguir esperando aquí por más
tiempo con sus pies aún tocando la tierra.
Aun así, se siente feliz de poder esperar hasta
que todas las manos se hayan unido y todos los
corazones estén listos para elevarse e ir con él.
Pues así es como se prepara para dar el paso
con el que se transciende el perdón.
Extiende la mano y recibe el regalo de dulce perdón que
le ofreces a aquel que tiene tanta necesidad de él como tú.
Y permite que el cruel concepto que tienes de ti mismo sea
intercambiado por otro que te brinda la paz de Dios.
Él perdón elimina lo que se interpone entre tu hermano y tú.
El perdón es el deseo de estar unido a él y no separado.
Hermano, necesitas perdonar a tu hermano,
pues juntos compartiréis la locura o el Cielo.
Y juntos alzaréis la mirada con fe o no la alzaréis en absoluto.
Jamás ocurrió nada que perturbase la paz
de Dios el Padre ni la del Hijo.
¿Y qué puede ser la luz sino la resolución, nacida de la paz,
de fundir todos tus conflictos y pensamientos erróneos en un
solo concepto que sea completamente cierto? Incluso éste desaparecerá, ya que el Pensamiento que se encuentra tras
él aparecerá para ocupar su lugar. Y ahora estás en paz
para siempre, pues en ese punto al sueño le llega su fin.
¡Oh hermanos míos, si tan sólo supiérais cuánta paz os envolverá y os mantendrá a salvo, puros y amados en la Mente de Dios, no haríais más que apresuraros a encontramos con Él en Su altar!
¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón?
El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve
ninguna condenación que pudiese necesitar perdón.
Él está en paz porque no ve pecado alguno.
Los ángeles revolotean amorosamente a tu alrededor,
a fin de mantener alejado de ti todo sombrío
pensamiento de pecado y asegurarse de que
la luz permanezca allí donde ha entrado.
Las huellas de tus pasos iluminan al mundo, pues por
donde tú caminas, el perdón te acompaña jubilosamente.
En el mundo al que el error dio lugar existe otro propósito porque el mundo tiene otro Hacedor que puede reconciliar
el objetivo del mundo con el propósito de Su Creador.
En Su percepción del mundo, no hay que nada que no justifique
el perdón y la visión de la perfecta impecabilidad;
nada que pueda ocurrir que no encuentre
perdón instantáneo y total.
Hemos abandonado toda búsqueda.
Nos encontramos muy cerca de nuestro hogar,
y nos acercamos aún más a él cada vez que decimos:
No hay más paz que la paz de Dios,
y estoy contento y agradecido de que así sea.
Permítaseme reconocer que mis problemas se han resuelto.
Hoy tienes derecho a la paz. Un problema que ya se ha resuelto no te puede perturbar. Asegúrate únicamente de no olvidarte que todos los problemas son solamente uno. Sus múltiples formas
no te podrán engañar, mientras te acuerdes de esto.
Un sólo problema, una sola solución.
Acepta la paz que te brinda esta sencilla afirmación.
¿Es posible la paz en este mundo?
La Palabra de Dios ha prometido que aquí es posible la paz,
y lo que Él promete no puede ser imposible.
La paz de Dios refulge en mí ahora.
Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz,
y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.
La misericordia y la paz de Dios son gratuitas.
La salvación no cuesta nada.
Es un regalo que se debe dar y recibir libremente.
Y esto es lo que vamos a aprender hoy.
¿Sería mucho pedir que tuvieses un poco de confianza
en aquel que te trae a Cristo para que todos
tus pecados te sean perdonados,
sin excluir ni uno sólo que todavía quisieras valorar?
No olvides que una sola sombra que se interponga entre tu
hermano y tú nubla la faz de Cristo y el recuerdo de Dios.
La paz de Dios refulge en mí ahora.
Permaneceré muy quedo y dejaré que
la tierra se aquiete junto conmigo.
Y en esa quietud hallaremos la paz de Dios.
Está dentro de mi corazón, el cual da testimonio de Dios Mismo.
No se me pide que haga ningún sacrificio para
encontrar la misericordia y la paz de Dios.
Mi hermano impecable es mi guía a la paz.
Mi hermano pecador es mi guía al dolor.
Y el que elija ver será el que contemplaré.
Lo único que se puede perdonar son las ilusiones,
que entonces desaparecen.
El perdón es lo que te libera de todas las ilusiones,
y por eso es por lo que es imposible perdonar sólo parcialmente.
Tú eres el espíritu que ha sido amorosamente dotado de todo
el Amor, la paz y la dicha de tu Padre. Tú eres el espíritu que completa a Dios Mismo y que comparte con Él Su función de Creador. El está siempre contigo, tal como tú estás con Él.
La muerte no podrá reclamar ahora el futuro, pues ahora la vida se ha convertido en su objetivo, y se proveen gustosamente todos los medios necesarios para su logro. ¿Quién podría lamentarse o sufrir cuando el presente ha sido liberado, y su seguridad y paz se extienden hasta un futuro tranquilo y lleno de júbilo?
La luz, la dicha y la paz moran en mí.
Soy la morada de la luz, la dicha y la paz.
Les doy la bienvenida a la morada que comparto con Dios,
porque formo parte de Él.
La verdad es un salvador, y su voluntad es que todo el mundo goce de paz y felicidad. La verdad le da el caudal ilimitado de su fortaleza a todo aquel que la pide. Imparte su luz, para que todos puedan ver y beneficiarse cual uno solo. Todos comparten su fortaleza, de manera que ésta pueda brindarles a todos el milagro en el que ellos se unirán en propósito, perdón y amor.
Hoy intentaremos ofrecerle paz a todo el mundo
y ver cuán rápidamente retorna a nosotros.
La luz es tranquilidad, y en esa paz se nos concede
la visión, y entonces podemos ver.
Le ofrezco sosiego a todo el mundo.
Le ofrezco paz interior a todo el mundo.
Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar
la obscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la
Vida Misma. Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él.
La idea de hoy continúa con el tema de que la dicha y la paz
no son sueños vanos. Tienes derecho a ellos por razón de lo
que eres. Te llegan procedentes de Dios, Quien no puede dejar
de darte lo que Él dispone. Busco únicamente lo que en verdad
me pertenece, y la dicha y la paz son mi herencia.
La santidad de tu relación os perdona a ti y a tu hermano,
y cancela los efectos de lo que ambos creísteis y visteis.
Y al desaparecer dichos efectos,
desaparece también la necesidad del pecado.
Y cuando el recuerdo de Dios te haya llegado
en el santo lugar del perdón, no recordarás nada
más y la memoria será tan inútil como el aprendizaje,
pues tu único propósito será crear.
De la misma manera en que la paz y la dicha del Cielo se intensifican cuando las aceptas como los regalos que Dios te da, así también la dicha de tu Creador aumenta cuando aceptas como tuyas Su dicha y Su paz. Dar verdaderamente equivale a crear.
Éste es un día de sosiego y de paz.
Hoy la visión de Cristo contempla todo a través de mí.
Su vista me muestra que todas las cosas han sido perdonadas y que se encuentran en paz, y le ofrece esa misma visión al mundo.
El milagro perdona porque representa lo que yace
más allá del perdón, lo cual es verdad.
¡Cuán absurdo y demente es pensar que un milagro
pueda estar limitado por las mismas leyes
que vino exclusivamente a abolir!
Sólo el perdón ofrece milagros.
Y el perdón tiene que ser justo con todo el mundo.
La paz de Dios refulge en mí ahora.
¿Por qué esperar al Cielo?
Los que buscan la luz están simplemente cubriéndose los ojos.
La luz ya está en ellos.
Sin embargo, el mundo del odio es igualmente
invisible e inconcebible para aquellos que
sienten dentro de sí el Amor de Dios.
Su mundo refleja la quietud y la paz que refulge en ellos;
la tranquilidad y la inocencia que ven a su alrededor;
la dicha con la que miran hacia afuera desde los
inagotables manantiales de dicha en su interior.
El perdón no es real a menos que os brinde
curación a tu hermano y a ti.
Debes dar testimonio de que sus pecados no tienen
efecto alguno sobre ti, y demostrar así que no son reales.
¿De qué otra manera podría ser él inocente?
¿Y cómo podría estar justificada su inocencia
a menos que sus pecados careciesen de los efectos
que confirmarían su culpabilidad?
Cuando le perdones al mundo tu culpabilidad,
te liberarás de ella.
Su inocencia no exige que tú seas culpable,
ni tu inocencia se basa en sus pecados.
Yo era un extraño y tú me acogiste, a pesar de que no sabías
quién era. Mas lo sabrás por razón de tu ofrenda de azucenas.
En el perdón que le concedes a ese forastero,
que aunque es un extraño para ti, es tu Amigo ancestral,
reside su liberación y tu redención junto con él.
Padre, el perdón es el medio que Tú has elegido
para nuestra salvación. No permitas que nos olvidemos
hoy de que no tenemos otra voluntad que la Tuya. Y así,
nuestro propósito tiene asimismo que ser el Tuyo si queremos alcanzar la paz que Tú has dispuesto para nosotros.
Los pecados están más allá del perdón simplemente
porque entrañarían efectos que no podrían
cancelarse ni pasarse por alto completamente.
En el hecho de que puedan cancelarse radica
la prueba de que son simplemente errores.
Permite ser curado para que de este modo puedas
perdonar y ofrecer salvación a tu hermano y a ti.
Cuando el reloj marque la hora, recordaremos que nuestra función es permitir que nuestras mentes sean curadas,
para que podamos llevar la curación al mundo e intercambiar
la maldición por bendiciones, el dolor por la alegría
y la separación por la paz de Dios.
A todo aquel que perdonas se le concede
el poder de perdonarte a ti tus ilusiones.
Mediante tu regalo de libertad te liberas tú.
La paz de Dios no puede hacer acto de presencia allí donde
hay ira, pues la ira niega forzosamente la existencia de la paz. Todo aquel que de alguna manera o en cualquier circunstancia considere que la ira está justificada, proclama que la paz es
una insensatez, y no podrá por menos que creer que no existe.
En esas condiciones no se puede hallar la paz de Dios.
Soy tal como Dios me creó. Declaremos esta verdad tan a menudo como podamos. Ésta es la Palabra de Dios que te hace libre.
Ésta es la llave que abre las puertas del Cielo y te permite
entrar a la paz de Dios y a Su eternidad.
Los sueños de perdón son benévolos con
todo aquel que forma parte de ellos.
Y así, liberan completamente al soñador de los sueños de miedo.
Él deja entonces de tener miedo de sus propios juicios,
pues no ha juzgado a nadie ni ha intentado liberarse,
mediante juicios, de lo que los propios juicios imponen.
El perdón siempre descansa en el que lo concede,
hasta que reconoce que ya no lo necesita más.
De este modo, se le reinstaura a su verdadera función de crear,
que su perdón le ofrece nuevamente.
Hoy me envuelve la paz de Dios,
y me olvido de todo excepto de Su Amor.
Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla.
Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.
Observa el bondadoso mundo que se extiende
ante ti mientras caminas envuelto en mansedumbre.
Observa a los ayudantes que encuentras a lo largo
del camino que recorres, felices ante la certeza
del Cielo y la garantía de paz.
El propósito de la Expiación es desvanecer las ilusiones,
no considerarlas reales y luego perdonarlas.
A Él le encomendamos nuestros pasos y decimos "Amén". Continuaremos recorriendo Su camino en paz,
confiándole todas las cosas.
Pues habrás permitido que se levanten todas las
barreras que te separan de la paz y de la dicha,
y que por fin te llegue lo que es tuyo.
Di, pues, para tus adentros:
"Mías son la paz y la dicha de Dios,"
cierra los ojos por un rato y deja que Su Voz te
asegure que las palabras que pronuncias son verdad.
Puedes pasar por alto los sueños de tu hermano.
Puedes perdonarle sus ilusiones tan perfectamente,
que él se convierte en el que te salva de tus sueños.
Y al verlo brillar en el espacio de luz donde Dios mora dentro
de la obscuridad, verás que Dios Mismo se encuentra
allí donde está su cuerpo. Ante esta luz el cuerpo desaparece,
de la misma manera en que las sombras densas ceden ante la luz.
El Espíritu Santo lo perdona todo porque Dios lo creó todo.
Él te enseñará cómo verte a ti mismo sin condenación,
según aprendas a contemplar todas las cosas de esa manera.
La condenación dejará entonces de ser real para ti,
y todos tus errores te serán perdonados.
Sigue, pues, las enseñanzas de perdón del Espíritu Santo
porque el perdón es Su función y Él sabe
como llevarla a cabo perfectamente.
Eso es lo que quise decir cuando dije que los milagros son naturales, y que cuando no ocurren es que algo anda mal.
Dios te pide que seas feliz para que el mundo pueda ver cuánto ama Él a Su Hijo y que Su Voluntad es que ningún pesar menoscabe su dicha ni que ningún miedo
lo acose y perturbe su paz.
El perdón, una vez que es total, hace que la intemporalidad
esté tan cerca que entonces se puede oír el himno del Cielo,
no con los oídos, sino con la santidad que nunca
se ausentó del altar que se encuentra eternamente
en lo más profundo del Hijo de Dios.
Y cuando éste vuelve a oír este himno, se da cuenta
de que nunca había dejado de escucharlo.
¿Y adónde va a parar el tiempo una vez que
se han abandonado los sueños de juicios?
La fortaleza y la luz se unen en ti, y ahí donde se unen, tu Ser se alza presto a recibirte como Suyo. Tal es el lugar de encuentro que hoy trataremos de hallar para descansar en él, pues la paz
de Dios está ahí donde tu Ser, Su Hijo, aguarda ahora para encontrarse Consigo Mismo otra vez y volver a ser uno.
La traición que el Hijo de Dios cree haber cometido
sólo tuvo lugar en ilusiones, y todos sus "pecados"
no son sino el producto de su propia imaginación.
Su realidad es eternamente inmaculada.
El Hijo de Dios no necesita ser perdonado, sino despertado.
No hay más paz que la paz de Dios porque Él sólo tiene un Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Voluntad de su Padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de Él.
Acepta hoy la paz y la dicha de Dios como tuyas.
Permite que Él se complete a Sí Mismo, tal como Él define
lo que es estar completo. Acepta hoy Su regalo de dicha y de paz, y Él te dará las gracias por el regalo que le haces.
Perdonaré, y esto desaparecerá.
Los perdonados son el medio de la Expiación.
Al estar infundidos por el espíritu, perdonan a su vez.
Aquellos que han sido liberados deben unirse para liberar
a sus hermanos, pues ése es el plan de la Expiación.
El perdón es, por lo tanto, la condición indispensable para hallarla. Lo que es más, donde hay perdón tiene que haber paz. Pues, ¿qué otra cosa sino el ataque conduce a la guerra?
¿Y qué otra cosa sino la paz es lo opuesto a la guerra?
Aquí el contraste inicial resalta de una manera clara y evidente. Cuando se halla la paz, no obstante,
la guerra deja de tener sentido.
Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo.
Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de
pecado y de culpa hayan desaparecido y hayamos alcanzado
la santa paz de la que nunca nos habíamos apartado.
El perdón es lo que sana la percepción de la separación.
Es necesario que percibas correctamente a tu hermano
debido a que las mentes han elegido considerarse
a sí mismas como entidades separadas.
El espíritu tiene absoluto conocimiento de Dios.
La Voz de Dios les ofrece Su paz a todos los que escuchan
y eligen seguirlo. Esto es lo que elijo hoy. Y así, voy en
busca de los tesoros que Dios me ha dado.
Elijo pasar este día en perfecta paz.
Y que la paz que hoy elijo experimentar
dé fe de la verdad de Sus Palabras.
El Hijo de Dios no puede sino estar libre de
preocupaciones y morar eternamente en la paz del Cielo.
Nosotros que le completamos, le damos las gracias,
tal como Él nos las da a nosotros.
El Hijo reposa, y en la quietud que Dios le dio,
entra en su hogar y por fin está en paz.
Mi corazón late en la paz de Dios. Lo que me rodea es la vida
que Dios creó en Su Amor. Me llama con cada latido y con cada aliento; con cada acción y con cada pensamiento. La paz llena
mi corazón e inunda mi cuerpo con el propósito del perdón.
Los milagros que el perdón deposita ante las puertas
del Cielono son insignificantes.
Aquí el Hijo de Dios Mismo viene a recibir cada uno
de los regalos que lo acerca más a su hogar.
La paz y la dicha de Dios te pertenecen.
Hoy las aceptaremos, sabiendo que son nuestras.
Y trataremos de entender que estos regalos se multiplican
a medida que los recibimos.
Nosotros que somos uno, queremos reconocer en este día
la verdad acerca de nosotros mismos. Queremos regresar a nuestro hogar y descansar en la unidad. Pues allí reside la paz, la cual no se puede buscar ni hallar en ninguna otra parte.
No necesito nada más que la verdad. Ahora veo que solamente necesito la verdad. Con ella todas mis necesidades quedan satisfechas, mis ansias desaparecen, mis anhelos se hacen finalmente realidad y a los sueños les llega su fin. Ahora dispongo de todo cuanto podría necesitar. Ahora dispongo de todo cuanto podría querer. Y ahora, por fin, me encuentro en paz.
No puedes concederte a ti mismo tu inocencia,
pues estás demasiado confundido con respecto a quién eres.
Mas sólo con que considerases a un solo hermano
como completamente digno de perdón,
tu concepto de ti mismo cambiaría por completo.
Tus "malos" pensamientos quedarían perdonados
junto con los suyos, al no haber permitido
que ninguno de ellos te afectase.
No hay nada a tu alrededor que no forme parte de ti.
Contémplalo amorosamente y ve la luz del Cielo en ello.
Pues así es como llegarás a comprender
todo lo que se te ha dado.
El mundo brillará y resplandecerá en amoroso perdón,
y todo lo que una vez considerabas pecaminoso será
re-interpretado ahora como parte integrante del Cielo.
La paz de Dios es nuestra, y no habremos de aceptar o
querer nada más. ¡Que la paz sea con nosotros hoy!
Pues hemos encontrado una manera sencilla y grata de abandonar el mundo de la ambigüedad, y de reemplazar
nuestros objetivos cambiantes por un sólo propósito,
y nuestros sueños solitarios por compañerismo.
El perdón radica en la comunicación tan inexorablemente
como la condenación radica en la culpabilidad.
No es necesario que los sueños de perdón sean de larga duración.
No se concibieron para separar a la mente de sus pensamientos
ni intentan probar que el sueño lo está soñando otro.
En ellos se puede oír una melodía que todos recuerdan,
si bien no la han oído desde antes de los orígenes del tiempo.
No hay más paz que la paz de Dios. Deja de buscar.
No hallarás otra paz que la paz de Dios. Acepta este hecho y
te evitarás la agonía de sufrir aún más amargos desengaños,
o de verte invadido por una sombría desesperación
y una gélida sensación de desesperanza y de duda.
¡Qué bello es el panorama que visteis más allá del velo
y que ahora llevaréis para iluminar los cansados ojos
de aquellos que todavía están tan extenuados
como una vez lo estuvisteis vosotros!
¡Cuán agradecidos estarán de veros llegar y ofrecer
el perdón de Cristo para desvanecer así la fe que
ellos aún tienen en el pecado!
El perdón no se propone conservar el tiempo,
sino abolirlo una vez que deja de ser de utilidad.
Y una vez que deja de ser útil, desaparece.
Y ahí donde una vez parecía reinar, se restaura ahora a
plena conciencia la función que Dios le encomendó a Su Hijo.
El tiempo no puede fijar un final para el cumplimiento
de esta función ni para su inmutabilidad.
Tenemos un solo Intérprete. Y a través del uso que Él hace
de los símbolos nos unimos, y así todos ellos tienen el mismo significado para todos nosotros. Nuestro idioma común
nos permite hablar con todos nuestros hermanos,
y entender con ellos que el perdón se nos ha otorgado a todos,
y que, por lo tanto, podemos comunicarnos nuevamente.
El perdón es la llave de la felicidad.
He aquí la respuesta a tu búsqueda de paz.
He aquí lo que le dará significado a un mundo
que no parece tener sentido.
Que la paz sea conmigo, así como con el mundo. En la santidad fuimos creados y en la santidad seguimos. En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. Y con este pensamiento decimos felizmente "Amén".
¿Quién camina a mi lado? Debes hacerte esta pregunta
mil veces al día hasta que la certeza haya aplacado
toda duda y establecido la paz.
El mundo real es el estado mental en el que
el único propósito del mundo es perdonar.
El miedo ha dejado de ser el objetivo, pues escapar
de la culpabilidad se ha convertido ahora en la meta.
Se reconoce el valor del perdón,
que pasa a ocupar el lugar de los ídolos,
los cuales dejan de perseguirse porque ya no
se les atribuye ningún valor a sus "regalos".
El perdón me ofrece todo lo que deseo.
¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese ofrecerte?
¿Deseas paz?
El perdón te la ofrece.
El perdón es la única función que tiene sentido en el tiempo.
Es el medio del que el Espíritu Santo se vale para transformar
el especialismo de modo que de pecado pase a ser salvación.
El perdón es para todos. Mas sólo es completo cuando
descansa sobre todos, y toda función que este mundo
tenga se completa con él. Entonces el tiempo cesa.
Padre, busco la paz que Tú me diste al crearme.
Lo que se me dio entonces tiene que encontrarse aquí ahora,
pues mi creación fue algo aparte del tiempo y aún
sigue siendo inmune a todo cambio.
La paz en la que Tu Hijo nació en Tu Mente aún resplandece
allí sin haber cambiado. Soy tal como Tú me creaste.
Sólo necesito invocarte para hallar la paz que Tú me diste.
Ahora tus ojos le pertenecen a Cristo
y es Él quien mira a través de ellos.
Ahora tu Voz le pertenece a Dios y se hace eco de la Suya.
Ahora tu corazón permanecerá en paz para siempre.
Padre, guía a Tu Hijo por el tranquilo sendero que conduce a Ti. Haz que mi perdón sea total y completo y que
Tu recuerdo retorne a mí.
Cuando los sueños son de asesinato y ataque,
tú eres la víctima en un cuerpo moribundo que ha sido herido.
Pero cuando los sueños son de perdón,
a nadie se le pide ser la víctima o el que padece.
Éstos son los felices sueños que el milagro te ofrece
a cambio de los tuyos. No te pide que concibas otro sueño,
sino sólo que te des cuenta de que inventaste
el que quieres intercambiar por los de perdón.
El instante santo en el que tú y tu hermano os unisteis
no es más que el mensajero del amor, el cual
se envió desde más allá del perdón para recordarte
lo que se encuentra allende el perdón.
Sin embargo, es a través del perdón
como todo ello se recordará.